(Solo para alguien como yo)
Eran aquellos tiempos del año 1945.
Aquel joven Yukio, le diría mirándole a los ojos que pronto volvería por ella...
Mientras Natsumi, un año menor que él, como presagiando lo peor,
Sentiria mucha tristeza por la partida de su amado pretendiente.
Por lo que en esta vez derramaria una lagrima por él…
Yukio solía decir que lo hacía por amor a su Patria, y por ver a su País libre y próspero…
Más en sus sueños siempre veía a su amada Natsumi feliz y divina,
Entre el verdor de hermosos valles y rodeada de flores de azucenas…
Y ella escuchando aquellas palabras le dijo que siempre lo esperaría.
Así se marchó Yukio, sintiendo que dejaba atrás lo que más amaba…
Un bello amor que desde entonces había ocultado celosamente.
Y desde lejos se detuvo para verla por última vez…
Pues en el fondo, él sabía que era su último adiós…
Porque a donde iría mañana, sería una misión de ida sin retorno.
Pero antes de enrolarse a aquella misión, visitaría por última vez aquella finca de sus familiares. Aquella árida tierra donde alguna vez corretearía con inocencia de niño.
A la mañana siguiente acudió al cuartel del ejército imperial donde lo esperaban los altos mandos y todo el contingente para enrolarse a la 72 escuadrilla Shimbu, que partiría con destino hacia los cielos de Okinawa.
Cuando Yukio hizo su aparición en aquel fortín, fue recibido con todo los honores de ley.
Fue un 27 de mayo de 1945.
Mientras tanto, a pocas millas de distancia, en una montaña no muy lejos de su ciudad. Natsumi, había puesto los ojos fijamente mirando detenidamente sobre el cielo horizonte del mar.
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Entre el verdor de hermosos valles y rodeada de flores de azucenas…
Y ella escuchando aquellas palabras le dijo que siempre lo esperaría.
Así se marchó Yukio, sintiendo que dejaba atrás lo que más amaba…
Un bello amor que desde entonces había ocultado celosamente.
Y desde lejos se detuvo para verla por última vez…
Pues en el fondo, él sabía que era su último adiós…
Porque a donde iría mañana, sería una misión de ida sin retorno.
Pero antes de enrolarse a aquella misión, visitaría por última vez aquella finca de sus familiares. Aquella árida tierra donde alguna vez corretearía con inocencia de niño.
Y desde ese lugar escribiría una carta a sus seres queridos, como también escribiría su último poema antes de partir. (Tradición venida desde la época de los samuráis, antes de suicidarse por honor).
A la mañana siguiente acudió al cuartel del ejército imperial donde lo esperaban los altos mandos y todo el contingente para enrolarse a la 72 escuadrilla Shimbu, que partiría con destino hacia los cielos de Okinawa.
Cuando Yukio hizo su aparición en aquel fortín, fue recibido con todo los honores de ley.
Pues todos los oficiales y soldados le abrían paso elevando los brazos y armas con gestos de optimismo y cierta esperanza.
Aquel joven jamás se imaginó tal recibimiento, lo que condujo a que se pusiera algo nervioso, pero por su expresión se notó honrado en ese momento.
Luego que Yukio se puso el uniforme de soldado, se juntó con los demás jóvenes pilotos kamikazes quienes al igual que el, se encontraban emocionados y debidamente preparados para tal misión. Un oficial se acercó a ellos para informarlos que tendrían previamente una ceremonia.
Es en ese ínterin de espera, que a Yukio le invadieron muchos recuerdos de su corta vida, lo que motivó a esbozar cierta nostalgia mezclada con una fibra de temor. Un comandante que a unos metros observaba con orgullo a sus jóvenes pilotos, se percató de ello.
Pues era natural que todo soldado sintiera esa sensación. Hasta en los soldados más veteranos sucedía ese temor; más aún cuando se trataba del más joven de los pilotos kamikazes, pues recientemente Yukio acababa de cumplir los 17 años de edad.
Pero aquel comandante no tuvo mejor idea de prestar por un momento su perro cachorro al joven Yukio, a fin de que éste se distraiga y al mismo tiempo se relaje; y cuando el joven cogió al cachorro animal, su rostro efectivamente cambiaría a un rostro de alegría, lo que hizo que el comandante aprovechara la oportunidad para ordenar a tomarse una foto entre los jovenes kamikazes.
Al cabo de un momento, se dieron las órdenes para que cada piloto abordara sus respectivos aviones de combate.
Pero antes de eso, vendría la ceremonia protocolar. Cuando tocó el turno de condecorar a Yukio, se le hizo entrega de una bandera del sol Naciente, una pistola y una cinta. Ofreciéndole además a probar una copa de té.
Y al subir a su avión de especial ataque que se le había asignado un Ki-51, justo antes de abordarlo Yukio sacaría de entre su chaqueta aquel papel arrugado en la que había escrito su último poema.
Fue un 27 de mayo de 1945.
El último poema que Yukio recitaría antes de inmolarse por su País.
Fueron varias horas que Natsumi, no quitaba sus ojos de aquel intenso cielo celeste, tratando de divisar a lo lejos a su amado Yukio, pero grande fue su dolor…
De pronto, Natsumi lograría ver en el cielo, una llamarada de fuego con destellos de luces blancas, tiñendo de rojo naranja y negro aquella porción del firmamento.
Momentos en que Natsumi, imaginaria ver entre el fuego y la explosión (derribo de aviones), el rostro de su amado y añorado Yukio…
Aquella vez en que juntando sus fragiles manos y embargada de dolor, derramaría varias lágrimas por él.
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Nota del autor:
Kamikaze o Shimbu: que en Japonés significa Viento divino.
Los Kamikazes fueron jóvenes universitarios que de manera voluntaria ofrendaron sus vidas en defensa de su País. En la segunda guerra mundial los Japoneses al ver que estaban siendo eliminados sistemáticamente, y antes de rendirse optarian por contrarrestar al adversario lo más que se pueda, a sabiendas que tal sacrificio les costaría la vida.
Lo cierto es, que en los anales de la historia se registra a un joven Yukio Arika, de 17 años de edad. El más joven de los Japoneses Kamikazes, sin hablarse mucho de éste. Y que aquella foto tomada con el cachorro lo más probable es que sea de él.
Del sufrimiento de Natsumi, o del romance que tuvo esta jovencita con Yukio, no hay registro de su existencia, ya que el contenido de este breve relato tan solo es imaginación.
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